Fondo de pérdidas y daños: una gran fuente de preocupación para analistas

En la COP 28 se anunció la operacionalización de un fondo para financiar pérdidas y daños ocasionados por la crisis climática. La conformación de la junta, la adhesión al Banco Mundial, el bajo monto de las donaciones y el carácter voluntario en los aportes, entre otras cosas, son asuntos que causan preocupación.

COP 28

La COP 28 inició con un anuncio que sorprendió a muchos. En el primer día de Conferencia, la presidencia comunicó al mundo que existía un acuerdo para poner en marcha el fondo de pérdidas y daños que fue decidido en la COP 27. En otras palabras, lo que se acordó fueron algunas de las condiciones principales para poner a andar lo decidido en la COP de 2022. 

Se determinó que este fondo estaría alojado interinamente por cuatro años en el Banco Mundial, que los aportes de los países serán voluntarios y que tendrá una junta directiva ocupada mayoritariamente por los países desarrollados, entre otras cosas. Al final de la COP, el fondo había acumulado un total de 792 millones de dólares con anuncios de donaciones por parte de la Unión Europea, Reino Unido, Estados Unidos, Japón, Emiratos Árabes Unidos y otros. Claro está, este dinero es para operacionalizar el fondo, no necesariamente para gastarlo en reparaciones, y hay que considerar que los costos operacionales del Banco Mundial pueden llegar a ser muy altos.  

Colombia es uno de los países que espera recibir fondos para reparar los daños y pérdidas que le han dejado los efectos de la crisis climática pero, ¿qué tan realista es esta expectativa? ¿Cuáles son las implicaciones para Colombia de la decisión adoptada en la COP?, y ¿qué tanto responde a las exigencias hechas desde países del sur global, organizaciones sociales y comunidades afectadas por los efectos del cambio climático? En esta nota analizamos esas y otras preguntas junto a personas expertas. 

Un fondo hospedado en el Banco Mundial 

Adrián Martínez es el director de la ONG costarricense La Ruta del Clima y tanto él como su organización han seguido durante décadas las negociaciones sobre pérdidas y daños. Marrtínez estuvo en la COP 28 observando lo que allí sucedió y es muy crítico de la decisión final, principalmente en lo que tiene que ver con el rol del Banco Mundial. 

“Es un banco intrusivo en las sociedades, con un mal récord de priorización de derechos humanos y que tiene un gran eje al crearse los préstamos como una de las dos formas en las que pueden ser distribuídos estos fondos. Hubo como 60 organizaciones civiles de los Estados Unidos que antes de aprobar este acuerdo alertaron que este no era un banco idóneo, entonces hay que ver que no son solo las organizaciones del sur global las que están emitiendo alertas sobre esto”, mencionó. 

Agrega que también es preocupante que el dinero con el cual se financiará este fondo proviene principalmente de los países desarrollados y el Banco Mundial es “dirigido por el mayor contribuyente histórico de emisiones, que es Estados Unidos”.

Por otro lado, está el asunto de la gobernanza. Según el acuerdo, el fondo de pérdidas y daños –que también está a la espera de un nombre– será independiente del Banco Mundial. También incorpora una junta directiva que será conformada mayoritariamente (cerca del 45%) por países desarrollados, que son, como dice Adrián, quiénes van a aportar los recursos, lo harán voluntariamente y luego van a decir cómo, cuándo, dónde y en qué se gasta ese dinero. Además, la sociedad civil no tiene asientos garantizados allí para hacer seguimiento a los recursos. 

Para Santiago Aldana, coordinador del Programa de Ecología y Sustentabilidad de la Fundación Heinrich Böll Bogotá habría que preguntarse si al ser estos fondos producto de donaciones, estos podrían convertirse en deudas para los países que los reciban. Pero todo esto está aún por definirse, al igual de quién será su presidente y cuáles serán las reglas concretas para el funcionamiento de este. 

“El detalle está en si se crean unas reglas en las que el fondo diga ‘yo a usted país le presto para que se recupere’ pero se crean unas condiciones de condonabilidad. Es decir, si el país cumple con ciertos criterios no debe devolver la plata. Eso es un riesgo latente porque replica el modelo de otros fondos, como es el Fondo Verde del Clima”, dijo Aldana. 

Sobre esto consultamos a Natalia Daza. Ella es investigadora en temas de cambio climático y derechos humanos, también estuvo en Dubai y hace parte de la Red de Observadores de la Sociedad Civil en el Fondo Verde del Clima. Para ella, el fondo de daños y pérdidas trae varios problemas que son aprendizajes del que ella observa. 

“Estos dos fondos son muy distintos. En el verde del clima tenemos como sociedad civil una silla para observar lo que sucede con los recursos, en este no. Allá tenemos un mecanismo eficiente para hacer reclamaciones, en este no. En lo que sí se parecen es que en ambos son las comunidades las que no reciben los recursos”, dijo Daza. 

Otro tema que preocupa a Aldana tiene que ver con lo que pueda hacer el Banco Mundial con los recursos que son donados por los países. “¿Y si puede usar ese capital para invertir en el mercado de capitales, a qué mercado va a apuntar: al de los combustibles fósiles, al de vivienda, a temas sociales, en fin, a cuál de los temas que maneja el Banco Mundial? ¿Y quién va a hacer vigilancia a esto?”, se preguntó. 

Un fondo sin enfoque de derechos humanos

Quizá el talón de Aquiles de este fondo que se puso en marcha en la COP 28 son los derechos humanos. Esto porque se esperaba que el dinero que se pusiera allí sirviera para reparar las afectaciones que han sufrido las comunidades de nuestros países como consecuencia de la crisis climática, y bueno, se podría pensar que al menos ya hay un fondo, pero con un monto que ni siquiera llega a los mil millones de dólares y que no da muchas garantías de que siga engordando en el corto plazo. 

“Desde un punto de vista de derechos humanos y de un derecho a la reparación, así como desde el reconocimiento de responsabilidades por parte de los países del Norte, que son grandes emisores, y a los costos económicos y no económicos que sufren las comunidades del sur global; no fue un paso muy positivo. Específicamente porque se creó un fondo en el que no hay responsabilidad legal para aportar”, dijo Martínez. 

Y este asunto no es menor. Para Santiago Aldana, el hecho de que haya grandes o emergentes economías que no estén obligadas a aportar recursos al fondo hace que este no llene el vacío de injusticia climática que se ha generado por décadas. “De hecho, cuando uno mira quiénes han hecho aportes, la mayoría son europeos pero hay uno particular que es Emiratos Árabes Unidos y esto lo que nos dice es que países como China, India y todos esos países que eran economías en desarrollo, y que muy seguramente van a superar la barrera de contaminación de los países del globo Norte, no tienen ninguna responsabilidad legal”, mencionó.  

Colombia, a la espera de protagonismo y recursos pero…

Como ya lo dijo Adrián Martínez, bajo las condiciones que están dispuestas en la junta directiva que orientará el fondo de pérdidas y daños, quienes van a decidir cómo gastar el dinero son los países aportantes, es decir, los mismos causantes de la crisis climática. Esto abre una pregunta importante y es ¿qué tan probable es que Colombia reciba recursos para afrontar sus pérdidas y daños? 

Allí cabe mencionar que el acuerdo al que se llegó en la COP señala que los recursos pueden llegar tanto a los estados nacionales, como también a los entes regionales y proyectos aún más pequeños. Pero, para Aldana, es muy difícil que los recursos lleguen hasta el país, y esto no es solo por la conformación de la junta. 

“Va a ser muy difícil que países latinoamericanos accedan a esos recursos. Primero porque por la conformación de la junta, países del norte global y de África, por ejemplo, se pueden aliar para que todos los recursos se vayan para allá. Entonces, ¿qué hacer con una región como América Latina que siempre falsamente se dice que está en la mitad: no es tan vulnerable pero sí es vulnerable, no es tan contaminante pero sí contamina.  Es decir, si está en la mitad en escenarios opuestos y realidades mucho más precarias, ¿cómo se visibiliza que tenemos una vulnerabilidad persistente y escalable?”, cuestionó.

Y un elemento más que se suma tiene que ver con que ya hay experiencias de fondos asociados a la acción climática donde América Latina no es una prioridad para financiar, como son países del Caribe o de África que son mucho más vulnerables. 

Lo que sigue

La decisión que se tomó en la COP no es la última. De hecho es la base para muchas que tienen que tomarse en adelante. Sobre esto, Santiago Aldana nos dijo que: “Se va a conformar la junta y allí sería muy interesante ver, por ejemplo, el rol de Alemania, que es un país desarrollado y que se siente cercano al reconocimiento de responsabilidad. También el de Colombia. Habría que ver qué posibilidades hay de que Colombia participe en la junta y haga incidencia e incluso cuáles son las posibilidades de que el país sea sede del fondo”. 

Otra de las expectativas está puesta en que el Banco Mundial tiene ocho meses para aceptar ser la sede interina y operativizar la decisión tomada. En ese período pueden hacerse recomendaciones, observaciones y foros consultivos para incidir lo que se espera de este fondo. “Sería muy interesante que Colombia asumiera uno de esos foros”, agregó Aldana. 

Por parte de la sociedad civil, para Natalia Daza, es importante que de ahora en adelante se abogue por las reparaciones climáticas, así como por fiscalizar lo que pase con los recursos de este. “Ya que no hay muchas salvaguardas y del proceso claras, es muy importante que haya fiscalización de la sociedad civil. Por eso creo que hay que hacer alianzas más fuertes en el sur global para monitorear esos fondos”, puntualizó. 

Por ahora, lo que parece el principal punto en agenda es esperar a que se resuelvan muchas de las cosas que quedaron pendientes. ¿Los fondos se destinarán como préstamos o donaciones condonables? ¿El fondo se quedará en el Banco Mundial luego de pasados los primeros cuatro años? ¿Cómo se conformará la junta? ¿Llegarán más anuncios de donaciones voluntarias? Muchas cosas aún están por verse.